Heterodoxia



Por heterodoxia se entiende la doctrina u opinión que no está de acuerdo con la sustentada por la mayor parte de la gente (ortodoxia) y, en especial, la que aparece ante la gran mayoría como disidente, extraña o insólita, o incluso apartada de lo aceptable y reprobada. En las sociedades intolerantes, donde existen opiniones obligatorias o dogmas, la heterodoxia es castigada y quienes la sustentan son marginados, expulsados de la sociedad o eliminados. Sus opiniones son ninguneadas o víctimas de la censura. En el ámbito de lo religioso dogmático se denomina herejía, y en cierto sentido próximo a este la viene a utilizar el famoso pensador y erudito católico español decimonónico Marcelino Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles, donde analiza la doctrina e ideología de los pensadores, herejes o heresiarcas que se han apartado de la tradición cultural española, que este autor identifica con la postulada por el Papa y la Iglesia católica. Por otra parte, en sociología, la heterodoxia viene a constituirse en un factor dinamizador y renovador de la sociedad y posee un valor constructivo diferente al de la simple anomia, que viene a ser la vertiente destructiva de la heterodoxia al impedir el consenso, la gobernabilidad y la cohesión social.

En contraste con la posición de la iglesia Romana según la cual “la Sagrada Escritura no es capaz de decidir asuntos doctrinales” (5), la Iglesia Evangélica Luterana enseña que “la inspirada Palabra de Dios, los libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamento, son la fuente sobre la cual toda doctrina debe ser establecida y la norma por la que toda doctrina será juzgada” (6). Sólo puede confiarse en la Palabra de Dios como fuente fidedigna para las doctrinas de nuestra iglesia. Así, la iglesia, por serlo, ya ha recibido de Dios todas sus doctrinas, y resulta imposible que exista “un nuevo desarrollo doctrinal’ o que confiese otras doctrinas, foráneas a la Escritura” (7). De este modo, a ningún hombre le está permitido juzgar en cuestiones de doctrina aparte de aquello ya claramente enseñado e instruido a través de la Sagrada Escritura. Asimismo, ni concilios ni ninguna ‘democracia’ determina la verdad en doctrina. Será la Palabra de Dios, no ninguna mayoría de votos, la que distinguirá entre doctrina falsa y verdadera.

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Marcelino Menéndez Pelayo


Sin entrar a considerar una clasificación de doctrinas como esenciales y no-esenciales, todas las doctrinas deben ser estimadas como sagradas y sostenidas en pureza desde que son verdadera Palabra de Dios. La indiferencia en materias de doctrina abre la puerta a que de inmediato pequeños errores infesten la iglesia; Lutero advierte que “así como en filosofía un pequeño error al comienzo llega a ser un serio y verdadero error en el final”, del mismo modo “en teología un leve error llega a destruir toda la doctrina” . Por esta razón, el creyente es instado a separarse de aquellos que profesan falsa doctrina, tanto como advertencia para ellos como para preservarse él mismo; pues “cualquiera que rehúsa renunciar a una iglesia que profesa falsa doctrina por temor de ser llamado un separatista, está claramente en falta. [Aquí debe recordarse el axioma: cismático no es el que se separa a causa de la verdad, sino que cismático es el que provoca el cisma al empeñarse en la falsa doctrina] . En lugar de ello, el Cristiano debe observar la Escritura cuando ésta se refiere a los que están en error, como en 2 Corintios 6, 17, cuando Dios ordena, “Por lo tanto, salid de en medio de ellos, y separaos...” Finalmente, Dios mismo prescribe la ortodoxia, al decir, “Aquel que tiene Mi Palabra, que la predique en la verdad En tanto la ortodoxia transmite doctrina pura, la heterodoxia perpetúa doctrina falsa, no importa cuán pequeño sea el error. Cada doctrina que no viene de Dios viene de Satanás; la falsa doctrina es “el poder del engaño... este poder se origina en Satanás, el inventor y padre de toda falsa doctrina” . Lutero expresa su ferviente odio por la falsa doctrina cuando dice, “Nadie puede comprender adecuadamente qué tremenda abominación son estas doctrinas hechas por mano y boca de hombre” . Falsa doctrina es llanamente pecado, no importa si se trata de una doctrina “fundamental” o “no-fundamental”. El Dr. Lutero vincula el error doctrinal con el vivir en pecado sin arrepentimiento. Es por todo esto que las falsas doctrinas no deben ser toleradas, mas, al igual que el pecador obstinado, deben ser quitadas, expulsadas de la iglesia. Un teólogo observa que “cada desviación de la Escritura, incluso en un mínimo punto, es en esencia la negación de la autoridad y completa inerrancia de la Escritura”

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